Masondo

No…, así se escribe, Masondo, porque no es el pueblo de García Márquez, aunque la memoria de sus ciudadanos haya sido burlada por la Írsela y los Maldía. Masondo no era Istmo, ni formó parte de continente. Su lenguaje coloquial era atrevido, dicharachero y musical. Sus habitantes llenos de vida, solo querían vivir en libertad.

Masondo tuvo otro nombre, ya casi olvidado, donde las palmas eran reinas, que de tan alto sus penachos reían con el batir de los vientos.

Cuando los Maldía ocuparon el trono, 9 años, dos meses y cuatro días después de mi nacimiento, los habitantes de Masondo comenzaron a padecer de una enfermedad rara llamada desde ese entonces “epididimitis bobina”. La original, la epididimitis ovina infecta a los carneros, pero la bobina, creada en laboratorios de Masondo en tiempos de Maldía, fue inoculada a sus habitantes haciéndoles creer que la verdadera felicidad estaba en el futuro, donde los hijos, de los hijos, de los hijos, de los hijos, de los hijos, …, elevados a la enésima impotencia, vivirían en una isla de abundancia y felicidad. Aquellos, necesitados de creer en lo divino, para vivir solo de sueños fueron convertidos en carneros. Otros, algo más astutos, vestían del carnero solo el traje, pero también con el tiempo fueron perdiendo la memoria convertida hoy en mayoría sin poder recordar.

Masondo no es un pueblo ficticio, es un pueblo tan real como la sangre que corre por las venas de sus habitantes; ya seis generaciones han ido conformado su trayectoria; y el Masondo de hoy, no tiene nada parecido al Masondo de hace sesenta y cinco años. Su tergiversada y desmemoriada historia ha llevado al país a lo “más hondo” del alcantarillado humano.

Y hoy quiero regresar a caminar por las calles de mi pueblo.

Y qué veo:

Los masondeses han olvidado cómo era de limpia su ciudad. El servicio de recogida de basura, el sistema de acueducto y aguas albañales, el alumbrado público. También olvidó como el transporte público era funcional, las guaguas pasaban cada tres minutos; bueno, si se piensa que es una exageración, digamos que cada cinco. Estas paraban en cada “P” de parada, y en muchas esquinas había inspectores que regulaban el horario de las guaguas para que cumplieran el tiempo de recorrido. ¿Va qué se les olvidó? Y no hablemos del olvido de los “buenos días”, las “buenas tardes” y las “buenas noches”, “¿cómo está usted?” que hasta en el cantar decía: “chéchere juma la media noche, ¿cómo está usted? …, y ahora ni estando en juma vemos que sean buenos los días, ni las buenas tardes, y mucho menos buenas las noches que de oscuras y calurosas amargan y hacen miserable la vida.

Poco a poco en Masondo fueron desapareciendo los productos con que llenar los anaqueles de las bodegas, y las gente no se daba cuenta. Hasta su nombre le cambiaron; ahora en Masondo le llaman mercados, donde en la realidad no se merca nada. De mi poca memoria, recuerdo el mostrador de dura madera, siempre limpio que servía de bar y detrás del cual había un fregadero con pila de la cual siempre salía agua; creo era así. Y si rebusco -más hondo- en mi memoria veo las vitrinas del mostrador que en forma de L seguía al bar, donde se podían ver los tabacos y cajas de cigarros; nómbrelos ustedes si los recuerdan, se los dejo de tarea. Y a su lado, a la derecha o izquierda, se exhibían los dulces. Sí, y ahora si tomen asiento, porque les voy a contar: los dulces de coco, prietos y blancos, los boniatillos, las cremitas de leche, los merenguitos, los masareales, las rosquillas, las torticas de morón, los maní acaramelados las barritas de ajonjolí, las raspaduras, galleticas dulces con guayaba, coscorrones, ayúdenme ustedes. Y sobre el mismo mostrador, en grandes frascos de cristal, estaban los queques, las africanas, los bombones, los caramelos, los besitos de novias, las chambelonas, las gomas de mascar etc., etc., etc. muchos etcéteras. Va que ustedes tampoco recuerdan los dispensadores de cristal traga monedas, que por un centavo te daba una golosina. También sobre el mostrador había una pesa y junto a ella había papeles y cartuchos blancos para servir los dulces, y también había cartuchos marrones de múltiples tamaños para el arroz, los frijoles, el azúcar, y la sal, aunque esta última se daba de contra, sin costo, de regalo, gratuita. ¿va qué no se acuerdan de eso? Pero si es verdad, ahí no había carne, ni pollo, ni huevo, ni pescado, aunque pensándolo bien, detrás del bar había jamón, jamonada, mortadella, y otros encurtidos, amén de los chorizos, morcillas, y cuanta carne o pescado se pudiera enlatar, se encontraba en los anaqueles.

¿Cómo Masondo en su memoria pudo caer tan profundo?

Una bodega en cada esquina, y aunque no lo crean, en las cuatro esquinas de mi barrio, había dos.

Y sí, en las bodegas de Masondo, antes del olvido, se podía comprar leche, café, pan y mantequilla, aunque si querías podía llegarte a la otra esquina y pedir el café con leche y la tostada con mantequilla. Para algunos esto era más fácil porque el litro de leche y el pan les era servido a la puerta.

Y ahora, tratando nuevamente de recordar, caminando por las calles de mi pueblo, veo que, de aquél mi hogar, solo queda un espacio solo lleno de recuerdos.

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Published by mannyfragua

Soy un votante independiente, con ideología conservadora, y un acérrimo opositor de las corrientes socialistas y liberales que hoy acechan el panorama político de esta gran nación y de toda América. No me siento atraído por demócratas ni por republicanos, reitero, soy independiente; y mi formación ideológica está en las bases del ideario político del Apóstol de Cuba, José Martí, “Con todos, y para el bien de todos”. Esto no me hace mas cubano, pero tampoco menos americano que otros. Soy católico y apostólico, pero respecto el derecho de otros a tener otras creencias, y no necesariamente coincido con la conducta social o parroquial de algunos sacerdotes e incluso del Sumo Pontífice. Siendo muy joven llegó a mis manos un ejemplar de la Revista Fragua publicada en una de las prisiones del Presidio Político Cubano, escrita y editada totalmente a mano, con minúsculas letras, pero gigantescas ideas fraguadas en el calor de la lucha contra el régimen tiránico de Castro. Era una revista clandestina, sin colores, aunque a veces mostraba el rojo de la sangre derramada por esos héroes de la patria. Esa lucha aun persiste y hoy rebasa nuestras fronteras, se confunde con diferentes idiomas, pero emanan de una misma idea, la libertad. Por ello y para ello mi blog.

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